En esta receta vamos a ver como hacer un guiso de alcachofas muy sencillo acompañado de unos guisantes frescor llenos de sabor.
La alcachofa es una flor. A simple vista puede resultarte unos de los productos más extraños del mercado. Junto con algunas frutas exóticas y esa especie de híbrido entre el brócoli y la coliflor, el romanescu. Que no es más que una variedad italiana de coliflor verde.
Rehogadas con jamón es posiblemente una de las formas más habituales de cocinarlas. Pero existen muchas más donde son las verdaderas protagonistas.
La alcachofa, perteneciente a la familia de las Asteráceas, es en realidad el capullo de la flor de la planta Cynara scolymus. Este capullo, compuesto por brácteas carnosas y un corazón central, se consume antes de que florezca en una llamativa flor púrpura.
Cultivada principalmente en climas mediterráneos como España. Con una historia que se remonta a la antigua Grecia y Roma, ha sido utilizada tanto en la cocina como en la medicina tradicional para tratar problemas digestivos y hepáticos. Nutricionalmente, es baja en calorías, rica en fibra, vitaminas (C y K) y minerales (magnesio y potasio), además de contener antioxidantes beneficiosos.
Los guisos caseros tienen un sabor especial y reconfortante. La combinación de ingredientes frescos, especias y el amor con el que se preparan los hace la joya de la corona. Veamos algunos ejemplos.
Os explico cómo hacer guiso de alcachofas con la receta paso a paso para que no tengáis dudas en la elaboración. El éxito está garantizado.
Guarda esta receta en la pantalla de inicio de tu móvil para un acceso rápido. En la sección de ingredientes, selecciona los que necesitas para simplificar la compra. Además, ajusta el número de porciones deseadas y las cantidades de los ingredientes se calcularán automáticamente.
Antes de comenzar a preparar las alcachofas debemos tener preparado un cuenco grande lleno de agua donde calculemos que nos van a caber las alcachofas peladas. Cuanto más grande mejor y bien lleno de agua. Exprimiremos 1 limón sobre le agua para evitar que las alcachofas se oxiden una vez peladas. Recuerda que es un alimento que se oxida rápidamente en contacto con el ambiente, se oscurecen con gran facilidad. Solemos decir que se ponen negras.
Lo primero que vamos a hacer es retirar las primeras hojas de la alcachofa. Estas hojas exteriores son las más duras. Iremos quitándolas has que veamos que empiezan a aparecer hojas más finas y amarillentas.
El siguiente paso será limpiar el rabito. Le quitaremos toda la parte exterior. Lo pelaremos hasta que retiremos la piel más verde y leñosa. Una vez hecho todo lo anterior, cortaremos la punta de la alcachofa para obtener unos corazones amarillentos y tiernos. Una vez que lo hayas terminado de preparar, debes meterlos rápidamente en agua que habíamos preparado con antelación. De esta forma conservarán su color natural. Para cocinarlas solo tendrás que sacarlas del agua, secarlas un poco y comenzar con la elaboración.
Para comenzar, calienta una sartén grande a fuego medio y añade un generoso chorro de aceite de oliva virgen extra. Mientras el aceite se calienta, pela y pica finamente una cebolla grande y varios dientes de ajo. Una vez que el aceite esté caliente, añade la cebolla picada a la sartén. Sofríe la cebolla, removiendo ocasionalmente, hasta que esté transparente y comience a dorarse ligeramente. Esto puede tardar unos 10 minutos. Añade una pizca de sal para ayudar a que la cebolla suelte sus jugos y se cocine de manera uniforme.
Cuando la cebolla esté casi lista, añade el ajo picado. Sofríe el ajo junto con la cebolla durante unos 2-3 minutos, removiendo constantemente para evitar que se queme, ya que el ajo puede amargar si se cocina demasiado. Una vez que el ajo esté fragante y ligeramente dorado, es el momento de añadir las alcachofas.
Incorpora las alcachofas a la sartén y vierte el vino blanco. Aumenta la intensidad del fuego para que el alcohol del vino se evapore rápidamente. Una vez que el alcohol se haya evaporado, añade suficiente agua para cubrir las alcachofas por completo. Reduce el fuego a medio-bajo y deja que las alcachofas se cocinen a fuego lento durante unos 15 minutos, o hasta que estén tiernas.
Añade una pequeña cantidad de nuez moscada rallada y añade un toque de pimienta negra molida para realzar los sabores. Un par de minutos antes de que termine la cocción, incorpora los guisantes frescos. Apaga el fuego, cubre la olla con una tapa y deja reposar durante unos minutos antes de servir, permitiendo que los sabores se mezclen y se asienten.